10 de marzo de 2011

La Madeja


El universo a veces parece una madeja. Los hilos se enredan, dan mil vueltas en torno a un mismo centro y de repende una de las puntas asoma por donde menos se espera. A veces las intersecciones de los hilos permiten saltar de un hilo al otro y en lo que aparenta ser el juego del azar resultan experiencias y lugares, encuentros y situaciones que parecen pertenecer a otros momentos y circunstancias. ¿Puede uno juzgar con reglas inflexibles esos eventos? ¿Puede uno rechazarlos simplemente por no comprender cómo han llegado hasta nosotros?

No. Es imposible. Una vez que ya está uno inmerso en uno de esos "errores" del tiempo, se da cuenta perfectamente que ha abandonado los lugares conocidos y que se enfrenta a algo que nos supera, pero ya no hay vuelta atrás. Se cierran los ojos, se omiten las señales de advertencia, y allí está uno, viviendo las cosas que supuestamente no debería vivir, porque parecen pertenecer a otras personas y a otras vidas. Se viven porque uno sabe profundamente que no se repiten, que la madeja del universo tendría que dar demasiadas vueltas, que ya ha sucedido lo imposible y lo imposible no admite reiteración. Se cierra los ojos y se vive. Se vive y se siente vivo. Se aprovecha el instante, se espera con devoción que se prolongue, con una dulce nostalgia de saber que en algun momento el orden será restablecido y cada persona y cada cosa retomará a su hilo y el gran equilibrio del universo no será roto por la locura de un instante.

Parece triste pensar en cosas efímeras, pero es totalmente al contrario. Se celebra la vida, porque la vida existe, en los grandes y estables caminos de la vida y en los momentos de locura en los cuales ni el tiempo ni el espacio se hacen responsables. Si no existieran esos recuerdos no seríamos los mismos.

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